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«Nos gustamos mucho el uno al otro», fueron las palabras que un Donald Trump exultante dedicó a su anfitrión, Mohamed Bin Salman (MBS), tras ... ser recibido como un rey en Arabia Saudí, a donde viajó escoltado por importantes hombres de negocios de su país, con Elon Musk a la cabeza.
Como hizo en 2017, el presidente estadounidense eligió Riad como primer destino para un viaje internacional y, a las pocas de poner pie en tierra, selló la mayor venta de armas de la historia. Fue un acuerdo récord que la Casa Blanca calificó como un «regreso histórico a Oriente Medio».
Las monarquías del Golfo quieren el favor de Trump y los saudíes no escatimaron en contratos tras conocer que Qatar le regalará un lujoso avión. Emiratos Árabes Unidos, donde seguro que también hay suculentos contratos a la espera, será la tercera parada de una gira que podría culminar con una visita a Estambul el jueves si se concreta el cara a cara entre Volodímir Zelenski y Vladímir Putin. El presidente no visitará Israel, lo que ha disparado las sospechas sobre un deterioro de la relación con Benjamín Netanyahu.
A Trump le gustan el lujo y la pompa y eso es lo que le ofrecieron desde la puerta del avión hasta el palacio Yamamah. Fue un paseo continuo sobre una alfombra de color lavanda y un encuentro con cientos de responsables saudíes deseosos de estrecharle la mano. MBS rompió el protocolo y recibió a su invitado a pie de pista. Todo fueron sonrisas desde el primer momento. Con el declive de Irán, tras los golpes a Hezbolá en Líbano y a Bashar Al Assad en Siria, Arabia Saudí emerge como la gran potencia regional y el mensaje de MBS a Trump es que ellos son el actor regional clave.
El gran ausente fue el rey Salmán, quien en sus diez años en el trono ya ha recibido a Barack Obama, Trump, en su primer mandato, y Joe Biden. En los últimos años se ha retirado de la primera línea por motivos de salud y es el heredero al trono quien le sustituye.
Los saudíes demostraron que están dispuestos a pagar el precio que pone Trump y se comprometieron a invertir 537.000 millones de euros en Estados Unidos a través de una serie de «acuerdos en energía, defensa, tecnología, infraestructura y minerales críticos», según informó la Casa Blanca. Esa suma incluye «el mayor acuerdo de ventas de defensa de la historia», por un valor de casi 128.000 millones de euros, que permitirá a las tropas saudíes reforzar la fuerza y defensa aéreas, la seguridad marítima y costera, la seguridad fronteriza y la modernización de las fuerzas terrestres y de los sistemas de información y comunicación.
El presidente estadounidense aprovechó su discurso de la tarde para alabar los avances logrados en el país bajo la dirección de MBS y se hizo el silencio en la sala cuando dijo que era su «ferviente deseo» que Arabia Saudí «pronto se una a los Acuerdos de Abraham», un acuerdo de 2020 en el que dos de los vecinos del reino, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, establecieron relaciones diplomáticas con Israel. Esto sigue siendo una línea roja para los saudíes, que exigen para ello la formación de un Estado palestino.
Tras una primera jornada centrada en los negocios, está previsto que la diplomacia gane peso durante hoy. Hay muchos frentes abiertos en una región en la que Estados Unidos negocia un nuevo acuerdo nuclear con Irán, país al que Trump dijo que quiere «ofrecer un camino nuevo y mejor hacia un futuro mucho más esperanzador». También ha sellado un pacto de no agresión con los hutíes de Yemen y se espera que mueva ficha en Gaza tras el gesto de Hamás, que el lunes liberó al soldado estadounidense israelí Edan Alexander, de 21 años.
Cuando Trump llegue a Doha allí le esperarán su enviado a Oriente Medio, Steve Witkoff, y el encargado de asuntos relacionados con rehenes, Adam Boehler, con el objetivo de negociar un nuevo acuerdo de alto el fuego para la Franja. Trump quiere acabar con la guerra y la liberación de todos los rehenes que quedan en manos de las facciones palestinas, pero choca con la estrategia de un Netanyahu dispuesto a prolongar el conflicto sin una fecha clara a la vista.
Otro de los frentes abiertos es Siria, donde las nuevas autoridades cumplen seis meses al frente del país. Ahmad Al Sharaa tiene previsto viajar a Riad y un alto funcionario de la Casa Blanca adelantó que «el presidente Trump aceptó saludar al presidente sirio».
Será una imagen poco habitual ya que Al Sharaa formaba hasta diciembre parte de la lista de terroristas más buscados por Estados Unidos debido a su pasado como líder de Al Qaeda. Washington ofrecía 8,9 millones de euros por su cabeza. Este saludo reforzará la posición de Turquía, el gran respaldo de Al Sharaa, frente a Israel, el otro país que trata de ganar terreno en la nueva Siria, donde ha levantado varias bases militares.
El nuevo gobierno sirio, formado tras el final del régimen de Bashar al Asad, se ha propuesto que el país deje de ser un paria internacional. El camino más rápido para lograrlo es convencer a EstadosUnidos de que lo reconozca, algo que sobre el papel no resulta sencillo si se tiene en cuenta que su presidente, Ahmad Al Sharaa, era considerado un terrorista por Washington hasta finales del año pasado.
No obstante, ayer dio un gran paso en la consecución de ese objetivo cuando Donald Trump decidió levantar las sanciones que pesaban sobre Damasco, «para darles la oportunidad de ser grandes». El ministro de Asuntos Exteriores sirio, Ahmad al Sharaa, no tardó en agradecerle el gesto, que consideró «extremadamente positivo». En declaraciones a la agencia Reuters, añadió que Siria «está preparada para forjar una relación con Estados Unidos, siempre que esté basada en el respeto mutuo, la confianza e intereses compartidos».
Esta medida llega un día después de que un activista pro-Trump, JonathanBass, hiciese públicos los planes que los nuevos líderes sirios tienen intención de plantear para tentar al presidente estadounidense.
SegúnBass, que el pasado día 30 se reunió durante cuatro horas con Al Sharaa, entre las propuestas de Damasco estaría el acceso preferencial a sus recursos naturales –una de las obsesiones del republicano–, un acercamiento a Israel y, en una apelación directa a su ego, la posibilidad de levantar una Torre Trump en Siria, a imagen y semejanza de la que tiene en Nueva York.
Es evidente que Trump tiene una visión pragmática del mundo y que los negocios determinan las relaciones que mantiene con los países, también en el terreno diplomático. Siria ha entendido bien este hecho y ha logrado dar un salto en la legitimación del nuevo régimen
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