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Ha muerto Enrique Marzal, uno de los indumentaristas más populares de la Comunitat. El modista valenciano siempre dijo de él que había nacido entre sedas, tijeras y dedales. Tuvo una larga trayectoria en el mundo fallero y en el del espectáculo. Hijo de modista, cosió para Concha Piquer, Lola Flores, Carmen Sevilla, María Luisa Merlo, entre otras. Marzal confeccionó trajes de valenciana para la reina emérita, la Reina Letizia y para sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía. Además, se encargaba de preparar siempre todos los años los trajes de los Reyes Magos de la cabalgata de Valencia, así como de otras festividades como la del Corpus.
En 2014, fue galardonado con primer Premio Joia de Diamants del Gremio de Sastres y Modistas, que ha lamentado el fallecimiento de Marzal, a quien ha calificado como «uno de los grandes referentes de la indumentaria tradicional y alma creativa de un oficio que amó con intensidad, respeto y una entrega admirable». El Gremio ha resaltado que Marzal «no solo fue un profesional excepcional, sino también un guardián de nuestra memoria colectiva. Fue un hombre que supo tejer el pasado con el presente, sin perder la autenticidad que tanto defendía».
También la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, se ha manifestado en redes sociales trasladando su «más sentido pésame» a la familia y amigos. Catalá ha descrito a Marzal como «maestro de la indumentaria que, con su talento, vistió a Valencia y a grandes figuras, dejando una huella imborrable en la cultura».
A partir de las 16 horas de este sábado se abrirá el velatorio en el tanatorio municipal y este domingo se celebrará un misa.
La trayectoria de este referente en el indumentarismo valenciano, como él mismo relataba hace unos años a este diario, la desarrolló a partir de la herencia de las manos de su madre y también de la maestría de Carmen Insa, que fue la primera de las grandes indumentaristas valencianas. Allí aprendió el oficio de la aguja en tiempos en los que en Valencia la zarzuela era un espectáculo constante en el que Marzal también participaba y para el que la mítica Casa Insa preparaba el vestuario. De hecho llegó a actuar en diversos escenarios. «Tuvo una pareja artística de varietés», apunta su sobrino, Vicente Roig. Pero una mente activa, creativa y artística como la de Enrique no se podía quedar con aquello. También hizo teatro llegando a pisar escenarios en Madrid o Bilbao. «Y formó parte de la Compañía Tamayo, que le llevó por Sudamérica», añade Roig.
Su madre y Casa Insa fueron su escuela y Marzal alumno aventajado. Sin duda, un gran discípulo de las mujeres de las que tanto aprendió, sobre todo, el afecto y la devoción por los tejidos. En un amante y cuidadoso de las telas como era Marzal, no podía sorprender que confesara que hablaba con ellas cuando estaba cortando.
De Insa salió para establecer su propio taller. Primero en la calle Mare Vella desde donde pasó a Serranos y Pinzón, donde todavía sigue el establecimiento. Fue «pionero», lo relata su sobrino Vicente Roig, en la inquietud por el cuidado y la recuperación que merecía la indumentaria tradicional valenciana. Cuando Marzal se lanzó a su universo profesional era uno de los pocos entregados a esta causa. Tal era el nivel que alcanzó su trabajo que sus prendas llegaron a protagonizar exposiciones en Nueva York, Portugal e Italia. La condición de pionero se vio también al verse convertido en el primer indumentarista que regaló los trajes a las Falleras Mayores y sus Cortes.
Enrique Marzal, nacido en la calle Luis Vives, en el corazón de Valencia, en ese entorno tan vinculado a las fiestas y tradiciones valencianas que rodea a la calle Avellanas, siempre se mantuvo muy unido a las celebraciones de la ciudad, así como al centro histórico de la capital del Turia. Fue fallero de las comisiones Bolsería, Visitación, Portal de Valldigna y San Miguel. «Siempre en Ciutat Vella», advierte Vicente Roig. También formó parte del Altar del Mar, otra de las grandes manifestaciones de la cultura popular de la ciudad.
Trabajador infatigable, una condición que le llevó hasta sus últimos días a acudir a la tienda de la calle Pinzón. Luchó contra el cáncer siempre acompañado de una gran devoción, la que profesaba por la Virgen de los Desamparados a la que visitaba con frecuencia.
De carácter extrovertido y alegre, pero que no soportaba ver un traje mal hecho, una tela mal cortada o una anacronía. Se ganó el cariño de mucha gente que vio en él gran amor a su trabajo, a Valencia y a todas las tradiciones a las que vistió con las mejores galas engrandeciendo a su ciudad y a los valencianos. D E P.
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